
GOBIERNO DE CALIDAD/¿Por qué ellas ganan menos?
Por Jorge Manrique, Rector del Colegio Jurista y director general de Gobierno de calidad, consultoría de políticas públicas.
A nivel global la desigualdad salarial es de 13% menos a las mujeres. Las razones son segregación ocupacional porque las mujeres suelen concentrarse en sectores o roles que históricamente son menos valorados económicamente como educación, salud, trabajo comunitario…
También se aduce discriminación directa o indirecta, pues aún persisten prácticas que favorecen la contratación, promoción y remuneración de hombres frente a mujeres, incluso con experiencia y formación equivalentes.
Otros argumentan falta de transparencia salarial, pues en muchos contextos, la opacidad en los salarios dificulta que las mujeres detecten o impugnen desigualdades. Una de las razones más extendidas, sin embargo, son las cargas desiguales de cuidados, donde muchas mujeres asumen la mayor parte del trabajo no remunerado en el hogar, lo que limita sus oportunidades de ascenso, especialización o negociación salarial.
Deben considerarse, asimismo, las pausas por maternidad: los períodos fuera del mercado laboral, ya que afectan los ingresos acumulados y las trayectorias profesionales a largo plazo.
Por otra parte, se tiende a subestimar el liderazgo femenino o a premiar más fácilmente comportamientos “asertivos” en hombres. Algunas mujeres internalizan el mensaje de que no deben negociar o exigir mejoras, lo que perpetua las disparidades.
El 13 % no es solo una cifra: representa oportunidades perdidas, talentos desaprovechados y un reto ético para sociedades que dicen apostar por la igualdad.
Hoy el “valor profesional” se mide casi exclusivamente por continuidad laboral y acumulación lineal de experiencia. Es una de las raíces estructurales de la desigualdad. Debe admitirse que las llamadas “pausas” no son descansos, muchas veces implican trabajo intenso, aunque no remunerado, como el cuidado de hijos, personas mayores o enfermas.
Está ampliamente documentado que ser madre puede reducir ingresos esperados, mientras que la paternidad no conlleva esa penalización.
En el mercado laboral, la linealidad como único valor, afianza las brechas salariales de género. Las trayectorias no lineales, interrumpidas, transversales o híbridas, se subvaloran, aunque muchas de ellas enriquecen competencias como empatía, organización, adaptabilidad o resiliencia.
Esto, aunado a la invisibilización del trabajo de cuidados al no tener valor monetario, no entra en el cálculo del “capital profesional”, lo que genera una desventaja sistémica.