PORTAFOLIOS/ Reconceptualizar lo humano

Por Alan Ramírez Flores, CEO de Coperva y autor de Liderazgo para todos

La palabra “humanismo” cae en la arena política y se desgasta y pierde el significado y trascendencia que tiene en las organizaciones.
Todos los prototipos de líderes enfrentaron grandes desafíos a raíz de la pandemia. Su estilo de gestión se puso a prueba y los que resultaron triunfadores fueron los que exhibieron una gran dosis de inteligencia emocional. Es lo que conforma al liderazgo humano.
No es difícil de definir si consideramos que los seres humanos escuchan atentamente, admiten errores, se comunican auténticamente y toman en serio su deber de cuidar a sus colegas, clientes, proveedores, inversionistas y empleados. También permanecen conscientes de sí mismos y pueden justificar su propia existencia. Eso es ser humano.
Naturalmente todo su ser lo proyectan en el trabajo. Para ellos, no se necesitó una pandemia para forjar intimidad con su personal. Valoran la justicia, decencia y diversión en el lugar de trabajo. En un momento de gran incertidumbre, este tipo de líderes pueden proporcionar muchas soluciones respecto a otro tipo de líderes como el coercitivo o administrativo.
Las tres habilidades en los líderes humanos tienen indistintamente son valorar la lealtad, apreciar a los otros y saber escuchar.
La lealtad no es un seguimiento ciego. Implica empatar los valores y misión corporativa con la propia. Es identificar idearios comunes con el proyecto en el que se involucran y en el que apuestan todos sus conocimientos, experiencia, contactos y energía. Esa lealtad es el gran motor en las organizaciones.
La lealtad, en sí, se refiere al compromiso total con una causa. No es un trabajo limitado ni simulado, implica establecer y lograr objetivos. Es ir más allá de una actividad para percibir un salario o compensación. Es asumir como propio el crecimiento y la rentabilidad empresarial. Esto lo sabe reconocer y premiar el líder humanista. Esto es lo que le permite ver a cada una de las partes interesadas como verdaderos aliados.
El aprecio, por otra parte, es parte sustancial del liderazgo humanista. Se refiere a conocer y reconocer el potencial de los otros. Es asumir que es parte de un gran equipo en el que cada persona representa una pieza fundamental de éxito y cambio continuo. Por ello valora a los integrantes de una misión y a las historias de vida profesional y personal de cada uno de los miembros de su equipo. Reconoce en la unicidad bienes muy valiosos.
Así, el líder humanista sabe escuchar propuestas, quejas, dudas y aspiraciones de sus equipos de trabajo. Es una de las maneras más fidedignas de generar respeto a las partes interesadas, pero también de enriquecer la propia perspectiva profesional y personal.
En la medida que un líder escucha a los integrantes de su equipo, podrá paliar con mayor efectividad incertidumbre y temores, pero también imbuir a los miembros de la organización de un empoderamiento real que catapulta buenos resultados.
Escuchar, asimismo, es estar consciente del otro, estar atento de las dubitaciones ante nuevos retos, enfrentar incertidumbres y responder a desafíos nuevos en el entorno y mercados. Escuchar es una habilidad ligada a la innovación y a la vigencia de productos y servicios. Es la cualidad que exhiben quienes están atentos a las personas que forman sus públicos y una fórmula ganadora para estar en el aquí y ahora empresarial, sin perderse en prejuicios y ambivalencias.
El liderazgo humano en las organizaciones, finalmente, es reconocer que todo lo que puede lograrse es por, con y para personas como uno.

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